martes, 8 de septiembre de 2015

Por qué una NO debería conservar a sus amigos de la infancia

Antes de todo quería concretar que cuando hablo de amigos de la infancia, hablo de amigos de la infancia y no de la adolescencia o juventud (aunque en determinados casos también valdría). ¿Por qué estas diferencias? Porque para mí, los roles que se establecen al principio de una relación son los que se mantienen y se conservan más cuanto más antigua es la relación. Cuando uno es niño conoce a sus amigos en el colegio o la guardería. En ese momento ya hay quien destaca por su voz de mando y quien lo sigue a pies juntillas cual perrillo faldero. Lo curioso es que, al igual que pasa en una relación de pareja, la relación crece con esos roles fijados y aún cuando pasan los años y la gente cambia y madura podemos observar las mismas interacciones como si el tiempo no hubiera pasado.
Yo tuve una infancia difícil marcada por el abandono de mi padre, él nos dejó a mi madre y a mí y decidió que quería vivir otra vida distinta. Para mí era un tema muy delicado del que no me gustaba hablar con nadie, y aunque era muy extrovertida, ese hecho me hizo ser retraída y sensible a la opinión de los demás, ya que creía que tenía que esforzarme de sobremanera para que los demás me aceptaran. Volviendo al tema de las amigas, he de decir que yo conocí a las mías a los 5 años, en principio éramos 4, y en los próximos años se unieron 3 más. Las cuatro iniciales nos dividíamos frecuentemente en 2 y 2, había una mandona, una pasota y mi mejor amiga y yo, que siempre estábamos juntas, hasta que sus padres se mudaron. Si las relaciones a distancia son difíciles cuando eres adulto pues cuando eres un niño y en una época donde internet solo era una quimera no os quiero ni contar. Total que la mandona tomó el mando más aún y si no seguías sus pautas te lo hacía pasar mal, yo era una llorona así que os podéis imaginar. Los años pasaron y fuimos creciendo, algunas fueron desapareciendo (no las culpo) y hoy quedamos 4. La relación hoy cuando quedo con ellas una a una es buena, nos entendemos, nos hablamos… el problema viene cuando quedamos todas, es como una regresión, la mandona y su vasalla se dedican a hacer bromas de mal gusto y ridiculizar a las demás como si fuéramos niñas pequeñas. A mí se me machaca por según ellas “ser diferente (así como si fuera un plan mío)” porque me gusta viajar, aprender cosas, ser independiente y por mi trabajo (esa es una historia para otro día); a otra amiga por ser una pasota y vivir sin preocuparse por casi nada (¡Qué envidia!). Y así todo. Supongo que la pregunta es ¿Por qué sigo viéndolas? Pues porque no las veo mucho, un par de veces al año. Pero siento como una obligación de acudir a las esporádicas citas que se establecen, como si fueran mi familia y me siento mal si no voy (la verdad es que me siento peor después de ir).
Por supuesto este tipo de relación tóxica no la tengo con nadie más. Tengo muy buenos amigos que sobre todo conocí en la Universidad o el trabajo, que me quieren y me respetan y no que me castigan por ser quien soy y querer algo distinto a ellos. La diversidad es lo que nos enriquece y sé de buena mano que es lo mismo que les pasa a ellas con el resto de sus amigos. ¿Entonces? ¿Por qué ofrecen a otros el respeto que no nos tienen a nosotras? ¿Por qué no ocurren esas cosas cuando estamos a solas? ¿Por qué respetamos al que está lejos pero criticamos al cercano?

Cada vez lo tengo más claro, uno va cambiando y conforme atraviesa etapas en su vida debe rodearse de la gente que más se acople a sus nuevas formas de ser y expectativas. Gente que te enriquezca y te ayude a avanzar en la dirección que quieres y que te apoye aun cuando no comparta tu visión. La gente del pasado solo mantiene vicios y no virtudes del pasado. Y si de niño fuiste tímido o retraído lo pagarás el resto de tu vida como si nunca hubieras cambiado.

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